Los signos de una larga noche aún perduran por todo el club. Desde los edificios aledaños, con vista privilegiada sobre la cancha, flamean banderas amarillas y marrones que se mezclan con los banderines que adornan todo el predio. Belgrano vivió su mejor noche en 48 años y lo hizo saber hasta que el sol de las 7.30 del domingo y los vecinos dijeron basta.

En su glorioso pasto, que recibió a campeones, familiares y amigos con música y una fiesta inolvidable, quedan marcas de un festejo para la eternidad. Toda la institución vive el presente como un despertar distinto. La llegada de esta alegría, tras casi medio siglo de espera, desató la lógica euforia. Sin dudas, el 11º título del URBA Top 14 fue un bálsamo para el alma de uno de los fundadores del rugby argentino. Y allí, en medio de este júbilo, Jean Pierre Dayan disfrutó, a sus 67 años, un momento único. El Francés es uno de los que en 1968 había celebrado la coronación en el otrora campeonato de Buenos Aires organizado por la UAR. «Me sentía con el dudoso orgullo de ser el último campeón del club. Se me mezclaron dos cosas mientras vivía el partido en sus minutos finales: felicidad y una inmensa sensación de alivio», le reconoció a LA NACION, mientras disimulaba su emoción.

Aún así, no pudo esconder que «ahora está empezando a aparecer la felicidad. Pasaban los años y nada, toda una vida». Y, agregó: «Se rompió el estigma. Creo que va a ir ganando la sensación de tranquilidad. Es lindo que haya pasado esto. El club jugó un gran partido, con una actitud dura. Y nos va a ir cayendo la ficha de a poco. Hacía falta que pase algo así»

Finalmente, una de las entidades que forjó los cimientos del rugby argentino consiguió quebrar su propia historia. «Ni la gente ni nosotros lo podemos creer. Siempre jugás para salir campeón, pero que se dé es otra cosa», reconoció Francisco Cubelli, medio scrum que, a pesar de una lesión que le impidió jugar casi toda la temporada, pudo estar unos minutos en la final.

«No lo podíamos dejar pasar. El equipo llegó en el momento justo y estábamos con un objetivo en la cabeza», señaló el N° 9 sobre la conquista. Sobre los festejos, comentó: «Los viejos se quedaron con la camiseta puesta. Fue algo muy fuerte y muy lindo. Por eso mismo, digo que no fue sólo el esfuerzo del plantel, si no mucha gente, de los dirigentes y los entrenadores».

Por otro lado, Cubelli se refirió a un pasado no muy lejano, pero completamente distinto. «Al principio, cuando subimos al plantel superior, la mano estaba complicada. No era la misma realidad hace 12 años», manifestó. Y, en ese sentido, dijo: «A mí este título me pone contento por todo. El laburo de tanto tiempo cae todo junto y se disfruta mucho más».

En el quincho aún la música manda y un nutrido grupo encabeza la enésima vuelta olímpica alrededor de la cancha principal. A un costado, el goleador histórico, figura y fullback del campeón traduce sus pulsaciones en palabras. «Las sensaciones son raras porque muchos de nosotros no caemos todavía. La noche del sábado fue larga y el domingo arrancamos de nuevo con los festejos», aseguró Agustín López Isnardi.

Pero, al hablar de la nueva y feliz realidad, advirtió que «hace 20 años que soy socio del club y es una alegría tremenda, pero no es casualidad. En 2005 el club hizo un click en la mentalidad de los jugadores, entrenadores y en toda la gente». Y amplió: «Eso fue lo que permitió que vivamos un presente muy bueno y que lleguemos al título».

El sol de una tarde mágica se refleja en la copa que de tanto pasar de manos ya perdió una manija. Sin embargo, ninguno se preocupa. Ese trofeo, que simboliza el esfuerzo de tanto tiempo y de tanta gente, lleva grabado su nombre para siempre. Belgrano, el justo campeón de la URBA, puede disfrutar tranquilo de su hora de gloria.

Texto publicado en La Nación el lunes 17 de octubre por Román Iglesias Brickles