Palermo Bajo se quedó con las ganas de clasificarse al Final Four del torneo Oficial. Estuvo cerca. Muy. En la última fecha venció holgadamente a un Urú Curé plagado de reservas y que ya no peleaba por nada. No le alcanzó. La ventaja de Jockey de Córdoba (y su victoria ante Athletic) privaron al Escarabajo de alcanzar su gran objetivo del año.
Es cierto. Ahora se podrá decir que la no clasificación ocurrió hace un par de semanas, con aquel empate agónico ante Jockey de Villa María. Puede ser. Como también puede ser que se perdió mucho antes, quizás en la primera fase del torneo, cuando también quedaron puntos en e camiuno. En fin. Puede ser un debate infinito.
Ahora, si bien da nada sirve «llorar sobre la leche derramada», bien vale apuntar que el Bajo hizo un campañón, más allá de quedarse sin chances de pelear por el título. ¿Merecía más? Puede ser. Jugó como para aspirar a más. Incluso, de haber estado entre los cuatro primeros, seguramente iba a dar pelea para intentar alcanzar una plaza en el Nacional de Clubes.
Tuvo grandes pasajes a lo largo de la temporada. Planteó muy buenos partidos y demostró que tiene rugby para pelear con cualquiera. Algo muy importante: dejó atrás esa imagen de equipo dependiente del maul. ¿Cuántos tries hizo este año con el maul? Seguramente, mucho menos que en años anteriores.
Es fácil reconocer un estilo en este Bajo. Con forwards fuertes, sí, pero que también saben correr la cancha. Con un scrum sólido, sí, pero con «gordos» que sueltan un pase y buscan juego. Tiene tres cuartos interesantes. Defienden como leones y les gusta atacar. El pie se usa poco (casi siempre en extrema defensa) porque prefiere jugar de manos. Abrir la pelota y lastimar con ángulos de carrera, por adentro o por afuera.
En definitiva, Palermo Bajo está subido a la ola del rugby que se pregona hoy. Un juego moderno, de fases, con penetración, integral, con jugadores que no le esquivan an al uno contra uno y que también tiran off loads.
Se queda afuera del Final Four. Hubiera sido un justo premio para un grupo que juega respetando sus convicciones.