Gastón Revol sueña con los Juegos Olímpicos y los Pumas Seven. -Foto: UAR

Conoció el aroma putrefacto que envuelve a las tardes oscuras, y se empalagó con el sinsabor de las amarguras. Se atragantó con broncas que, literalmente, no pudo ni masticar: durante el último Seven de Dubai, en diciembre, sufrió una doble fractura del maxilar inferior que lo obligó a una cirugía y a una pesada recuperación. “Estuve tres o cuatro días alimentándome por una sonda, por la nariz, con suero. Bajé siete kilos. Para la recuperación, mi ‘vieja’ y mi hermana me daban licuados de todo: de bife de hígado con puré, de fideos con crema; todas las comidas, licuadas con agua y leche”.

Gastón Revol, uno de los más destacados del plantel de los Pumas Seven. -Foto: UAR
Gastón Revol, uno de los más destacados del plantel de los Pumas Seven. -Foto: UAR

Hace cuatro años, cuando la ilusión por vestir la camiseta de Los Pumas XV aún permanecía intacta, a Gastón Revol le marcaron la cancha. «En un momento, un entrenador me dijo que en la UAR estaba catalogado para el Seven, que no iba a tener oportunidad de mostrarme en el quince, que me lo quería decir para que no me ilusionara y supiera cuál era mi situación y que, si estaba de acuerdo, en el Seven estaba bien parado y se venía el Mundial y estaba la posibilidad de los Juegos (Olímpicos)», larga con la serenidad de quien mira el pasado solo para comprender el presente y encarar el futuro. «A partir de ahí, quise jugar, pude estar en el Mundial y los Juegos parecían muy lejanos. Tenía 26/27 años y decía: ‘Voy a tener cerca de 30, no sé si voy a aguantar’. Físicamente ya me estaba golpeando. Por suerte, seguí y sigo en el equipo, y todavía estoy peleándola», valora hoy, ya afianzado en una competencia que volvió a ser olímpica después de 92 años.

Pero, lo sabe Revol, la batalla más dura es la que se afronta en la cotidianeidad, en el quehacer diario que reclama sacrificio y ofrece, a cambio, riquezas de cualquier tipo menos de esa tan pobre pero necesaria que es la material. El rugby «grande» de Argentina encierra una crueldad y segrega en forma brutal: mientras que los jugadores de Los Pumas y los Jagures tienen contratos generosos, los de Los Pumas Seven deben conformarse con una beca del Ente Nacional de Alto Rendimiento (Enard) y la Secretaría de Deporte de la Nación, que apenas si les permite entrenarse para estar al nivel que demanda la competencia. «Es una plata que alcanza para no tener que trabajar. Lejos de ser un ahorro, vivimos bien, tranquilos. No tiramos manteca al techo, pero tampoco nos falta nada», remarca «el Verde».

-¿Cómo manejás la ansiedad por Río 2016?

-Trato de tomármelo con calma y ni siquiera imaginármelo. Intento enfocarme en lo que tengo que ir haciendo de acá hasta que termine el Circuito para poder estar en el listado definitivo de convocados. Por ahí, se me cruzan imagénes y pienso que qué lindo sería estar ahí, y me imagino a algunos deportistas en la Villa Olímpica. Pero trato de no maquinar mucho para no desviarme de lo que viene ahora. Quedan dos torneos durísimos y hay que rendir para poder estar en el siguiente. Siempre me lo tomé así: ir cumpliendo objetivos a corto plazo para poder llegar al largo plazo.

-¿Cuál es tu gran sueño?

-Cuando me pongo a soñar despierto y empiezo a pensar en algunas cosas, me imagino colgándome una medalla en Río. Sería algo increíble. Ya el hecho de poder estar sería cumplir un sueño. Y, ni hablar, si se da de esa forma.

Por Andrés Mooney

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